En consecuencia es la señal, en la que la intención
de comunicar está claramente expresada, la que será
objeto de la semiología. De hecho esta concepción,
a la vez muy restrictiva en cuanto al campo y muy vaga en cuanto
a sus límites (¿cómo apreciar objetivamente
una intención?), merecería más bien el nombre
de "signalética", más aún, puede
decirse que corresponde a la parte institucionalizada de la semiótica,
la de los sistemas de signos explícitos y unívocos:
código de la ruta, banderas, escudos, etc. Los representantes de esta corriente son esencialmente E.
Buyssens, G. Mounin y L. Prieto. Puede considerarse que, prácticamente,
la misma ha desaparecido, habiendo agotado la descripción
de los escasos sistemas de signos totalmente explicables (en cuanto
unívocamente ligados a sus objetos) por las funciones que
cumplen en la sociedad y para la que expresamente se construyen.
Aunque Jeanne Martinet (1973) diga la intención de comunicar
no es un criterio observable en el comportamiento de un emisor,
puesto que no se trata de otra cosa que de la decisión
de su voluntad tampoco es cuestión de invocar el inconsciente,
los actos fallidos, los lapsus, etc. para ver hasta qué
punto semejante concepción sólo puede generar inútiles
y ociosas polémicas que no podrían desembocar en
una acción científica. Si podemos concluir sin esfuerzos
acerca de las intenciones de Pulgarcito, ¿qué puede
decirse acerca de las intenciones de un esquiador desaparecido
en un alud y de quien se ha encontrado su gorro?
Indice
de la zona azul
Recorrido aconsejado..