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Parte primera: La naturaleza de la represin inquisitorial

I.1. Tendencias generales de la actividad de la Inquisicin

Santo tribunal de la hereja, la Inquisicin no dej de evolucionar y de cambiar desde sus orgenes hasta su abolicin: como lo apuntaba Jean-Pierre Dedieu "bajo formas jurdicas constantes, bajo un derecho sin cambiar desde la Edad Media, bajo un proyecto oficialmente perenne, la Inquisicin nunca dej de evolucionar, de adaptarse a las circunstancias, de modificar sus medios y sus objetivos". Desde el primer cuarto del siglo XVI, el tribunal conoci una extensin de su jurisdiccin hacia formas de hereja ajenas a la apostasa de los judeoconversos, hasta el punto de conocer a mediados de siglo una actividad en materia de fe variada y diversificada que sigui extendindose en el siglo XVII.

El temor a que el protestantismo arraigara en Espaa, fue el elemento decisivo que permiti al Inquisidor General Fernando de Valds (1547-1566) reformar en profundidad la estructura del Santo Oficio y asentarle nuevas bases, estabilizando en particular sus ingresos. El tribunal haba conseguido ganar un margen de maniobra suficiente para definir y elegir sus propios objetivos. El efecto de la Contrarreforma cuaj enseguida: incluso antes del fin del Concilio de Trento, la corte inquisitorial vigilaba escrupulosamente las formas locales de la religiosidad popular. Como se destaca del grfico 2, entre 1560 y 1638 tuvieron un peso notable las causas menores, es decir los procesos de bigamia o de hechicera, as como de blasfemias, de proposiciones errneas y malsonantes.

Se persiguieron as delitos como las blasfemias y otros delitos de opinin que constituan herejas propiamente dichas (la hereja supone que el hereje se adscriba a interpretaciones de la religin de forma voluntaria y consciente, lo cual no era el caso para los delitos menores donde los acusados afirmaban cosas o manifestaban actitudes con resortes ajenos a la voluntad de atacar a la religin catlica: de hecho, eran catlicos convencidos, la mayora de ellos).

No abandon por ello la Inquisicin sus antiguas prerrogativas. Entre 1560 y 1599, persigui sin tregua a los luteranos y evangelistas espaoles y luego a los protestantes extranjeros culpados de haber venido a "infectar" a Espaa. En el mismo tiempo, se organizaba la represin a gran escala de las comunidades criptomusulmanas de la pennsula, hasta la expulsin general de los moriscos entre 1609 y 1614. Luego, la presin decay y el volumen de causas de mahometismo observado en el siglo XVII se debe en realidad a la absolucin de los renegados, de ninguna manera asimilables en su gran mayora a personas de confesin islmica. Pero una de las tendencias que iba perfilndose desde fines del siglo XVI se confirmaba a partir de los aos 1620 con la persecucin feroz de los criptojudos portugueses, cuyas causas tomaron el relevo de las causas contra los cristianos viejos y contra los seguidores de otras confesiones.


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Grfico 2: Inquisicin de Sevilla (1559-1700): Flujos represivos

para los principales delitos


Aunque despus de 1638 los datos son incompletos, la fase "antimarrana" es evidente y sta ocup de forma casi exclusiva la actividad del tribunal hasta finales del siglo.

Queda clara la existencia de tres fases muy distintas entre s en un perodo que abarca un siglo y medio. La primera queda marcada por un flujo represivo de descomunal violencia que fue aumentando progresivamente hasta alcanzar su nivel mximo durante los aos 1580-1590 y que ira estancndose posteriormente. Luego, durante la primera mitad del siglo siguiente, se produce un claro descenso de la actividad global en materia de fe: el trmino medio de procesos por ao pasa entonces de 61 a 27. La misma tendencia se registra en los otros tribunales de Castilla con un evidente contraste entre la segunda mitad del siglo XVI de abundante quehacer, y el siglo XVII durante su primera mitad, en la que el nmero de causas de fe decay brutalmente. Antes de que recobraran los inquisidores nuevo vigor y una saa que los primeros aos del reinado de Felipe IV no dejaban prever: la masiva y despiadada persecucin de los ncleos conversos portugueses hasta entrado el siglo XVIII. Se puede por lo tanto hablar de dos inquisiciones distintas en el tiempo: la primera agresiva, dogmtica y militante, que procur dar una mxima publicidad a sus acciones, que contrasta tajantemente con la que le sucedi, mucho ms conciliante y que iba a parar en la rutina y el inmovilismo, hasta la independencia de Portugal, a partir de la cual cobr nuevo aliento.

I.2: la incidencia de la  poltica imperial en la actividad inquisitorial

En el transcurso de la segunda mitad del siglo XVI, la cuestin religiosa vino a ser la piedra angular de la poltica imperial del rey de Espaa Felipe II: cuando en el resto de Europa, la libertad de conciencia estaba en ciernes [en germe], en Espaa la diversidad de confesiones era percibida como un germen de conflictos polticos, y el hereje por lo tanto como un agente de subversin social. La idea de que la unidad de la fe era la condicin de la paz poltica condujo, en pleno auge contrarreformista, a fortalecer la unidad de la fe bajo la autoridad del Prncipe. Espaa se hizo el baluarte de la verdadera fe en toda Europa, y Felipe II se lanz en ruinosas empresas exteriores.

Durante la segunda mitad del siglo XVI nuevas potencias martimas se erguan en el Norte: eran los Pases Bajos e Inglaterra donde imperaba el anglicanismo o sea el protestantismo. En su lucha contra estos Estados unidos por su fe protestante, Espaa sufri fracasos irreparables. Las siete provincias septentrionales se sublevaron y, por la unin de Utrecht, se volvieron independientes de hecho, apoyadas en su accin por Isabel I de Inglaterra. La derrota de la Armada Invencible en 1588 ante las unidades inglesas, que saquearan Cdiz en la dcada siguiente, sealaba los lmites de la poltica de Felipe II.

En el Mediterrneo, la situacin era apenas mejor. Turcos y bereberes se mostraban cada vez ms amenazadores en el Mediterrneo occidental. En 1551, los turcos reconquistaban a Trpoli. Al comenzar el reinado de Felipe II, Espaa slo posea en las costas africanas slo algunas ciudades en el litoral, Melilla, Orn, Mazalquivir y la Goleta. Por lo menos la victoria sobre los Turcos en Lepanto en 1571 vendra a confirmar la hegemona espaola en el Mediterrneo. Sin embargo la poblacin morisca presente en la pennsula segua siendo percibida como un peligro, en caso de colaboracin con el enemigo.

Debido a la delicada situacin en los frentes mediterrneo, atlntico y de Europa septentrional, la poltica agresiva y costosa de Felipe II slo poda asentarse en el interior en la uniformizacin religiosa. El protestantismo espaol en ciernes fue extirpado; en cuanto a los moriscos [descendientes de musulmanes que haban sido convertidos al catolicismo, despus de la Reconquista, muchas veces contra su voluntad]  cuya conversin pareca sospechosa, su rebelin en Granada [1568-1570] fue despiadadamente aplastada en 1570. La Inquisicin particip en esta tensin religiosa y nacionalista, al identificar la disidencia poltica con la hereja. Esta estrategia intransigente se perpetu como pudo durante el reinado del sucesor de Felipe II, Felipe III, quien carg con la responsabilidad de la expulsin masiva de los moriscos fuera de Espaa y de sus posesiones. Pero ya se impona en Espaa una prctica durante mucho tiempo rechazada, la de tolerancia, por motivos interesados, como veremos ms abajo.

Las composiciones con los conversos de judos

Si la exaltacin de la fe sigui siendo el eje central de la sociedad espaola en el siglo XVII, la Inquisicin tuvo que inclinarse frente a los imperativos polticos y econmicos de la Corona. El esfuerzo militar haba sangrado las finanzas del Estado, y la Espaa del siglo XVII estaba abocada a la quiebra y amenazada por la parlisis econmica. Felipe II se haba mostrado intransigente frente a la influencia de los conversos portugueses, y se haba negado a levantar las trabas a su asentamiento en Castilla. El traspaso de las fronteras, sin embargo, haba sido facilitado por un perdn general del 21 de mayo de 1577 otorgado a cambio de 250 000 cruzeiros por el rey Don Sebastin que dejaba a los conversos libres de vender su hacienda para instalarse donde quisieran. Y a pesar de la revocacin de dicho perdn dos aos despus, la anexin de Portugal por la Corona espaola contribuy a que los descendientes de espaoles volvieran a tierras de sus antepasados y a que portugueses se instalaran en Castilla. Este indulto, el tercero en Portugal en el siglo XVI, despert las airadas crticas de Felipe II y de su corte. Pero el reinado del Rey prudente result ms bien templado en cuanto a las actuaciones del Santo Oficio, limitndose el monarca a renovar todas las leyes vigentes contra ellos para impedir el asentamiento en sus tierras. Los conversos portugueses pasaban la frontera con cuentagotas y se quedaban en zonas de difcil acceso.

En cambio, el reinado de sus sucesores oscil entre dos extremos: el indulto [la grce] a cambio de las riquezas de las comunidades conversas y el rigor inquisitorial. Los gobernantes en tiempos de Felipe III se prestaron a oscuras negociaciones y trmites con los conversos portugueses. En 1601, mediante un cuantioso donativo, recibieron la autorizacin de salir de Portugal. Tres aos ms tarde se negoci un perdn general por causas de fe, mediante el cual muchos salieron de la crcel, otros salieron de Portugal y otros por fin, cambiaron de domicilio en el mismo pas. Este perdn general fue concedido por el Papa en 1604.

Esto, no obstante, constitua una novedad en Castilla e iniciaba una fase indita respecto a los conversos: muerto el indolente monarca, llegando al poder el joven Felipe IV en 1621, se plasmara la influencia del Conde Duque de Olivares. Para atraer los capitales portugueses, el privado supeditara los intereses religiosos a las necesidades econmicas del momento, avivando de esta forma las reacciones de la plebe y del clero aferrado al antisemitismo tradicional. A partir de entonces la influencia de los portugueses en Castilla se hara ms considerable en los diversos eslabones de la sociedad, ordenando el Consejo Real que se aplacaran las actuaciones del Santo Oficio respecto a ellos, orientndolo hacia el despachamiento de causas menores, contra cristianos viejos [5].

En 1628, una orden de Felipe IV que habilitaba a los hombres de negocios para tratar libremente por tierra y por mar y mudar de domicilio, supona un primer gesto del nuevo monarca. La medida, que persegua la meta de excluir a los extranjeros los genoveses en particular de las rbitas comerciales de Indias, provoc en aquellos aos, segn Julio Caro Baroja, un asentamiento masivo de conversos en Sevilla, Cdiz, y Sanlcar de Barrameda, ciudades estrechamente vinculadas al comercio transatlntico [6] . Este incentivo intervena poco tiempo despus de la primera suspensin de pagos en enero de 1627 mientras Espaa procuraba acabar con la falaz poltica del reinado anterior: acuar dinero y gastar las rentas de los aos venideros. A partir de 1635, se iniciaba una nueva etapa, caracterizada por un drenaje cada vez ms drstico de los recursos de la nacin [7] . Pero frente al crnico estado de la hacienda real, el recurso de los juros y asientos se generaliz a lo largo del perodo, aplacando slo temporalmente los problemas: Espaa conocera tres suspensiones de pagos posteriores en 1647, 1652 y 1662.

El Estado espaol abocado a la quiebra, precisaba de los capitales de la gente de la nacin portuguesa. Las relaciones entre el monarca y los conversos se estrecharon por lo tanto bajo Felipe IV: el primero para obtener ingresos de capitales, los segundos para adquirir riquezas, cargos y honores que les eran vedados en su pas de origen. En aquel momento era en Sevilla donde las operaciones financieras eran ms interesantes, adquiriendo la aduana de Cdiz su mxima importancia slo bajo el reinado Carlos II. La provincia hispalense amparaba una importante poblacin conversa, entre la cual destacaban los grandes nombres de las finanzas, quienes se introdujeron en las rbitas econmicas de la administracin en nmero creciente a lo largo del siglo XVII. Esta fase de tolerancia dictada por motivos econmicos se mantendra hasta la cada del Conde Duque de Olivares, arremetiendo luego despiadadamente la Inquisicin contra todos aquellos sospechosos de encubrir su fe verdadera.

El esbozo de tolerancia con los protestantes

Pero Espaa necesitaba tambin descansar en la paz con Inglaterra. Escamado por los desmanes inquisitoriales del siglo XVI, Jacobo I quera proteger a sus sbditos contra las acciones de la Inquisicin. El tratado hispanoingls de 1604 prevea que los derechos del negocio, condicionados por los de la paz, podran verse vaciados de su contenido si la Inquisicin dificultaba el trabajo de los hombres de negocio ingleses de paso por Espaa. El rey de Espaa, por lo tanto, se comprometa a que no se molestara a los sbditos del Reino de Inglaterra por motivos confesionales. La Inquisicin era claramente el blanco de semejante documento diplomtico, y se le instaba volver a considerar sus actuaciones respecto a los herejes ingleses. Una carta acordada de 1605 sealaba la va elegida:

Que si alguno de los ingleses y escoceses que vinieren a estos reinos hubieren antes de entrar en ella hecho o cometido alguna cosa contra nuestra Santa Fe Catlica no sean inquietados ni procedis contra ellos por los tales crmenes y excesos cometidos fuera de estos reinos ni se les pida cuenta ni razn de ello. Que si no quisieren entrar en las iglesias nadie los compela a ello, pero si entraren han de hacer el acatamiento que se debe al Santsimo Sacramento de la Eucarista que all est y si vieren venir el Santsimo  Sacramento por la calle le han de hacer la misma reverencia, hincndose de rodillas o irse por otra calle o meterse a una casa Si quisieren reducirse para ms facilitar el rem[edi]o y salud de sus almas convendra deis comisin en forma y con particular instruccin a los comisarios de los puertos y otros lugares para que si las declaraciones que ante ellos hiciesen constare que no han tenido entera y particular noticia de las cosas y artculos de Nra Sta Fe Catolica, ni estuvieron instruidos en ella, los absuelvan ad cautelam sin obligarlos que por la tal absolucin acudan al tribunal, advirtindolos que han de confesar a los confesores que se les dieren Valladolid 8 de Octubre 1605 [8] .

La misma circular prevea que los contraventores podran ver confiscados sus propios bienes, pero en ningn caso los de sus mandatarios. En 1609 estas provisiones se extendan a los holandeses y el contenido de las inmunidades se detallaron posteriormente. Al producirse el segundo saqueo de Cdiz en 1625, fueron naturalmente suspendidas: "por carta de 30 de mayo deste ao nos manda V.A. procedamos contra les ingleses ereges que fueren allados en estos reinos que hubieren delinquido contra nuestra s[an]ta fee catolica [9] ". Hechas las paces, volvieron los protestantes ingleses a gozar de la inmunidad confesional.

Esta nueva actitud ms conciliadora de los poderes despert resistencias y la aversin de ciertos mbitos eclesisticos [10] . La propia Inquisicin sevillana trat de dar una interpretacin restrictiva al tratado y a la carta acordada, para privar a los ingleses residentes en la pennsula del beneficio de las disposiciones. Pero la Suprema permaneci, a pesar de todo, intransigente a este respecto.

As, el Santo Oficio vea su accin paralizada por esas nuevas directivas y cualquier esfuerzo puesto en obra por designar al hereje, asimilado al extranjero de la Europa septentrional, y por marcar en las conciencias la imposible coexistencia de ambas comunidades quedaba hecho aicos. Mientras que, hasta el final del siglo XVI, los autos de fe materializaban la idea que el extranjero de alguna otra "secta" vena a infectar la religiosidad del pueblo castellano, en adelante, con el nuevo siglo, la Inquisicin haba de abandonar esta pretensin. El breve papal sobre los judaizantes fue an ms difcil de asumir, puesto que intervino la vspera del auto de fe de 1604, el primero en ser general en el siglo XVII, pblicamente anunciado, con el tablado edificado y la procesin de la cruz verde realizada con mucho ahinco. Acudieron cuatrocientos ministros para tal efecto, a travs de las calles de Sevilla. Anulado entrada ya la noche, despert por la maana un sentimiento general de incomprensin: "el pueblo se lamentaban los inquisidores en una carta poco despus no se persuada que ass fuesse por ser caso no sucedido, como se fue con el da verificando fue creciendo el desconsuelo, la suspenssin y novedad en la gente [11] ". Los hubo que pensaron que se haba abolido la Inquisicin; pero muy pronto el general regocijo en el barrio de los portugueses asentados en Sevilla, as como las actuaciones de un tal Hector Antnez, rico mercader portugus de Sevilla, quien entreg veinte ducados al correo por haber llegado antes de las doce, despertaron las sospechas.

Cmo imaginar en esas condiciones que la institucin no perdiera su prestigio y parte de su popularidad ? Su accin intransigente afrontaba la necesidad de armonizarse con los intereses superiores de la Corona. La nocin de tolerancia revelaba sus lmites y su propia contradiccin, pues no se trataba de respetar las otras confesiones, sino de respetar a los que incidieran en la hereja. sta segua siendo condenada, pero la pertenencia a una nacin o comunidad econmicamente dominante, permita zafarse de los acechos inquisitoriales. A los protestantes, ya no se les exhibira durante un auto de fe, ya fueran ingleses, holandeses, o de otra nacin a la que el beneficio del tratado no era extendido. La Inquisicin se hizo entonces muy discreta, en parte porque la institucin se encontraba desacreditada y sobre todo porque su actuacin careca de sentido a partir de aquel momento.

Los lmites de la benevolencia real

Para con los moriscos "granadinos", prevalecera la solucin inversa. La resistencia a la asimilacin de una parte de este grupo y las dudas que despertaban en cuanto a la sinceridad de su conversin desembocaba, en 1609, en la decisin, muchas veces propugnada y luego abandonada, de expulsarlos de Espaa. El levantamiento de los moriscos granadinos en 1568, le haba dado una repercusin nacional al problema. La rebelin, aunque duradera, no lleg a extenderse, pues el apoyo internacional a los moriscos rebelados fue limitado, empeados como estaban el Imperio otomano y Argel en otras empresas. El abastecimiento en armas result ser ms bien el hecho de iniciativas particulares. Martn, morisco esclavo que ya haba sido reconciliado en 1576 en Sevilla, despus de que se librara de su pena de galeras, haba sido testificado de seguir invocando a Mahoma. Nacido en las Alpujarras, se haba pasado a Berbera a los seis aos con un to suyo, en 1559, y luego

en el alamiento de los moriscos de Granada ava venido con el dho su to a bender plvora a los moriscos alados y que en esa ocasin saltando en tierra ava sido cautivado con otros moriscos que andavan alados por un capitn que asista en Almera, los quales le avan aconsejado que dixesse que era morisco porque si se entenda que era moro le avan de matar.

Unas iniciativas irrisorias frente a una ayuda que no lograron recibir desde las otras potencias islmicas los rebelados, pero que de todos modos hubiera sido sin comn parangn con lo que hubiera representado un sublevamiento masivo de sus correligionarios espaoles. Tras la sangrienta represin, un primer plan de enviar en 1570 a los moriscos en masa a Sevilla y Albacete fue abandonado, a favor de otro que prevea el envo de los 50.000 moriscos granadinos hacia ambas Castillas, Andaluca Occidental y Extremadura. Llegaron finalmente unso 4 300 a Sevilla. Luego quedaba por repartirlos por los pueblos de la jurisdiccin, con el fin de dipersarlos para precaverse contra otro posible levantamiento, y quizs moderar los efectos de un asentamiento masivo en Sevilla. No por ello desaparecieron las sospechas contra este grupo deportado, dividido y marginado.

Diversos planes fueron fomentados para acabar de una forma u otra con la cuestin morisca, desde la asimilacin hasta la eliminacin de este grupo, siendo varias veces propuesto y luego aplazado el proyecto de expulsarlos. Los arbitristas no queran ser menos ante lo que era el problema morisco, que ya apareca insoluble para varios desde la rebelin de las Alpujarras. Rechazado por Felipe II, el proyecto de expulsarlos fue seguido por otros de caracteres diversos, desde la creacin de ghetos hasta la castracin de los moriscos, ambas medidas persiguiendo el mismo fin: propiciar progresivamente la extincin de la minora. Propugnado por un sevillano en 1588, don Alonso de Gutirrez, este proyecto de crear linajes prevea reunir familias de doscientas cabezas, bajo el mando de un patriarca, con un gravamen fiscal abrumador y una libertad de movimiento an ms reducida de la que gozaban los moriscos a fines del siglo XVI. Y dado que Espaa estaba cercada por los enemigos, propona respecto a "los que no se pueden echar de el Reyno por que se yran a Berbera que los que nasciesen fuera de tanto nmero se castrasen". El informe de Gutirrez revela asimismo la visin de los moriscos compartida por no pocos coetneos suyos. Por una parte, poco difieren de los moros de frica por sus costumbres, hbitos y vestidos, y por muy ricos que sean, rechazan el matrimionio con cristianos viejos. Por otra parte, les pareca a los castellanos que "no hay saca de esta gente, tienen en grandsima multiplicacin lo qual no es en los cristianos [12] ", lo que a corto plazo podra convertirse en un peligro para la poblacin catlica.

La numerosa presencia de este grupo despertaba la inquietud y se tema a esta minora no asimilada, o no bastante a ojos de los contemporneos, que en caso de guerra poda convertirse en un foco de resistencia activa. Las historias de colaboracin con el enemigo son sobradas, que ste fuera otomano, ingls o francs. En 1580, se urdi una conspiracin en Sevilla, con ramificaciones en las dems ciudades andaluzas, en la que se prevea un sublevamiento en masa la noche de San Juan. Se descubri a los autores de la conspiracin antes de que pudieran pasar al acto. No dejaron de cometerse represalias contra las comunidades moriscas, en Sevilla particularmente, donde la Inquisicin recibi luego las tesficaciones que le interesaban. Casos y sobre todos rumores de casos semejantes a ste se multiplicaron y atizaron el odio de la plebe que se senta amenazada por la presencia masiva de los moriscos de los rebelados. El miedo a una conspiracin morisca era compartido por la Inquisicin as como por las autoridades civiles; la respuesta ya no poda ser la de la asimilacin sincera que haba fracasado, sino la de la represin violenta y masiva a travs del castigo de los culpables. Esta poltica dominara hasta el momento de la expulsin de todos los moriscos granadinos fuera de Espaa (1609-1614); de esta forma, la Inquisicin perda, junto con los protestantes, la segunda clase de vctimas que constitua el grueso de las relaciones de causas. Tras volverse hacia los cristianos viejos, la Inquisicin tuvo que esperar a que la poltica de la Corona siguiese nuevos cauces respecto a los cristianos nuevos de judos para poder emprender una nueva accin masiva.

De hecho, tras la cada del favorito del rey que gobernaba Espaa, el Conde y Duque de Olivares, en 1643, a raz de los sublevamientos de Portugal y de Catalua, se sigui algn tiempo an la poltica de colaboracin con los conversos, quienes permanecieron fieles a Felipe IV pero muy pronto se alcanzaban puntas agudas de represin.

La actividad del Santo Oficio a mediados del XVII, adquira entonces las caractersticas generales del reinado de Carlos II, a saber una atencin casi exclusivamente orientada hacia los seguidores de la "ley de Moisn", con severas restricciones para con los conversos que quisieran salir del reino. El perodo de la falaz colaboracin y de las gracias y perdones concedidos se haba acabado y la Inquisicin reemprendi su accin con un vigor nuevo, monopolizando las causas de judasmo casi totalmente la actividad del tribunal en la segunda mitad del siglo XVII.

Retirados de sus garras los herejes protestantes, expulsados los moriscos, y los conversos de judos temporalmente inmunizados, decay violentamente el volumen de actividad a la muerte de Felipe II. Entonces reorient su actividad contra los catlicos persiguiendo a los que volvan a casarse en una poca en que el divorcio era proscrito, los blafemos, los religiosos que se mostraban indisciplinados, etc. hasta que a partir de mediados del siglo XVII arremeti contra los descendientes de judos que seguan profesando la fe judaica.


Parte II : la persecucin de las herejas mayores

seccin I : al represin de las manifestaciones tardas del judaismo en la peninsula

De las tres grandes comunidades religiosas de la Espaa medieval, la juda era la ms reducida en nmero y la ms vulnerable. Convivan sin embargo los israelitas con los cristianos y los musulmanes en condiciones de relativa tolerancia. Excluidos de varios aspectos de la vida pblica por el antisemitismo y la legislacin oficial, los judos moraban en aljamas, o juderas, en las ciudades principales y se dedicaban a profesiones especficas, en las que podan contar con el favor de las clases altas. Descollaban por su funcin de hombres de ciencia y de mdicos. Pero los prejuicios se focalizaban ms en contra de su importante papel en las finanzas: financieros y arrendatarios al servicio de los reyes, de los nobles y de la Iglesia.

II.1.1 La cuestin judaica en Espaa

Atizada por predicadores, la violencia antijudaica lleg a su paroxismo en 1391, cuando se saquearon las aljamas de las principales ciudades del reino, entre las cuales la de Sevilla. Miles de judos se vieron obligados a aceptar el bautismo, lo cual les vali el apodo de "cristianos nuevos" y se sospech que seguan siendo judos en secreto. En 1478, durante la estancia de la reina Isabel en Sevilla, el prior dominico Alonso de Hojeda le predic un sermn en el que denunciaba el peligro que haca correr a la fe este grupo mal convertido. El cardenal Mendoza y Toms de Torquemada corroboraron este testimonio e insistieron en la judaizacin de la Iglesia, lo cual condujo a la creacin de la Inquisicin en noviembre de 1478. Las primeras actuaciones del tribunal fueron de una violencia descomunal: segn un documento que se halla en la Biblioteca Nacional de Francia [13] :

desde el ao de 1481 asta el de 88 q[ue]maron en Sevilla ms de 6 V [mil] judos y reconciliaron ms de 5 mil. El ao de 1492 fue mandado por los Reyes Catlicos q[ue] todos los judos q[ue] dentro de seis meses no se convirtiesen saliesen del reyno, sin llebar oro ni plata, y muchos comieron mucha plata y oro y murieron. Cr[]ese que aba en Espaa ms de cien mill cassas de judos; dizen que el cardenal Mendoza dixo quando vio que se pona en execucin el mandato de los Reyes Catlicos 'hoy se arruina en Espaa la nobleza y las rentas de las yglesias'. Otros dizen que en recopensa de aber hechado los Judos de Espaa les dio Nro S[e]or las Yndias. Quando el Turco bio en Constantinopla gente tan rica, dizen que dixo que eran los locos los que los hechaban de sus reynos [14] .

Aunque Andrs Bernldez estima en setecientos los quemados y Hernando del Pulgar calcula que fueron unos dos mil hasta 1490, la brutal actuacin persegua una clara meta antijuda. Se persigui a los conversos, pero se supone que no pocos judos procuraron huir de Sevilla. Prosegua otro cronista annimo escribiendo que:

prendieron otros muchos ricos y muy principales a los que tambin quemaron porque procedan con tan recta justicia que no les balan fam[ilia]res y las muchas rriquezas que tenan y con esto todos los dems confesos fueron tan espantados y avan tan grande miedo que huan de la ciudad y de todo el arzobispado tanto que les vinieron a poner pena de muerte ningn saliese de Sev[ill]a.

El decreto general de expulsin de 1492, lejos de resolver la cuestin judeoconversa, aument notablemente el nmero de falsos conversos. Se estima que unos cincuenta mil judos se bautizaron para no tener que abandonar su tierra [15] . Seguramente se repitiera en Andaluca lo que se comprueba en el distrito de Toledo en el siglo XVI [16] . A partir de los aos 1525-1530, tras una virulenta represin de los ncleos judaizantes, la Inquisicin fue vctima de su propio xito: desaparecidos los judeoconversos, el tribunal orient su atencin hacia los moriscos, primero, (aunque en Sevilla no debieron de ser numerosos) y luego hacia la vigilancia de la religiosidad de la poblacin catlica a travs de la represin de las blasfemias y del iluminismo. No se puede afirmar que la cuestin de los cristianos nuevos judaizantes hubiera acabado, sino que frente a la actuacin del tribunal en los primeros aos, los judos y sus descendientes haban huido a Portugal, o fuera de la pennsula, y los conversos que se haban quedado se precavieron de la cautela requerida para perpetuar sus ritos en secreto. Pero pronto llegaran los conversos de Portugal a instalarse en Castilla, sea por huir de la incipiente Inquisicin portuguesa creada en 1540, sea atrados por las perspectivas de enriquecimiento y de especulacin que ofrecan los reinos de Castilla.

Por fin, entrados los aos 1540-1550 empezaba la persecucin, nada masiva por entonces, de los protestantes, que no tendra comparacin con la llevada a cabo una vez finalizado el Concilio de Trento. La persecucin de los tres delitos, protestantismo, mahometismo y judasmo, fue el objetivo principal del tribunal. Pero ste haba tenido que componer con las medidas dictadas por el inters del Imperio as como contar con la organizacin de las "sectas" que poco a poco lograron desarrollar los medios necesarios para su supervivencia.

II.1.2: La represin del criptojudasmo a partir de mediadios del siglo XVI

Al perseguir a los judeoconversos, se pretenda claramente desarraigar la hereja, mediante una purificacin a fondo y una auscultacin de las conciencias para acabar con un crimen considerado como doblemente peligroso para los cristianos: por una parte, porque representaba una ofensa grave hecha a Dios y, por otra, porque se corra el peligro de que convirtieran catlicos a su fe. Aunque escasas veces se produjeron casos semejantes al de esta morisca, criada de unos judaizantes originarios de Portugal que fueron reconciliados en el Santo Oficio de Sevilla. Viviendo con ellos, haba sido instruida en la ley de Moysn, motivo por el que sali tambin al auto con hbito de reconciliada. Y no slo se trataba de casos de transferencia de un grupo marginado a otro, sino que el fenmeno lleg a tocar de la misma manera a cristianos viejos. En 1648, un trabajador del campo gallego, Francisco Rodrguez, se present de su propia voluntad ante el tribunal, para confesar "que estando sirviendo en la ciudad de Crdova a unos portugueses, a instancia de ellos hio ciertos ayunos de la observancia de la ley de Moysn, contra quienes depuso". No obstante, esos casos fueron excepcionales.

Ms bien se persegua la meta de acabar con la perpetuacin de ritos y creencias de una generacin a otra, lo cual preocupaba sobradamente a las autoridades civiles y religiosas. Mediante ello se proyectaba la amenaza de una gangrena social que se ira extendiendo, y la llegada masiva de conversos portugueses a lo largo del siglo XVII supuso el recrudecimiento de la cuestin judaica en Castilla que, a mediados del siglo XVI, se haba dado por zanjada.

El recrudecimiento de actividad lo condicion el vivero frtil que representaba Castilla a mediados del siglo XVII para un ataque frontal contra los ncleos judaizantes. Desde mediados del siglo XVI, la actividad procesal de los santos tribunales castellanos vena determinada en parte por las olas represivas de la Inquisicin portuguesa, y las subsiguientes olas migratorias de conversos que generaban. En el Reino de Portugal, se destacan tres ondas expansivas en los tribunales portugueses que se sitan entre 1560 y 1580, entre 1620 y 1640 y desde 1660 hasta 1682.

Frente a este incremento de la persecucin anticonversa en Portugal, Castilla apareca en el siglo XVI como una tierra ms amena para aquellos portugueses acechados por la Inquisicin y que no deseaban o a los que no daba tiempo abandonar la pennsula. En una relacin de la visita en 1568 al partido de la frontera portuguesa, el Inquisidor Bravo de Zayas daba cuenta de que en Ayamonte se haban recibido testificaciones contra

mercaderes ricos y asimismo otras personas de aqu que se vinieron de Portugal estn testificados de cosas de judaizantes y ahora conviene visitar a San Lcar de Guadania que es puerto y frontera de Portugal [hay al lado] un lugar de Portugal que se llama Alcautn adonde soy informado que cuando se puso la Inquisicin en Portugal haba all sinagoga pblica de judos, y en los lugares de Castilla frontero de Alcautn que son el Alcaria y Paymogo y el Granado, tengo informacin que se hacen en ellos algunas ceremonias judaicas.

Ya en tiempos de Felipe II, la frontera no resultaba nada impermeable y los lugares apartados de la capital, difciles de acceso y desprovistos en aquel tiempo de ministros de la Inquisicin, constituan un vivero de judaizantes. En Extremadura en los aos 1566-1575 se eliminaba a un ncleo de judaizantes, en Alburqueque, en la misma frontera portuguesa [17] .

Adems la provincia hispalense ofreca interesantes vas de comercio con los pases rabes, as como posibilidades de huir all en caso de nueva ola represiva en Castilla. As en 1586, Simn Duarte, vecino de Cdiz, espontneamente denunci a deudos suyos judaizantes, entre los cuales unos"que bieven en Berbera en observan(ci)a de la ley de Moysn aunque en hbito y traje de christianos por las ganancias que dello se les siguen". Proseguan advirtiendo los inquisidores que

Su Magestad tiene man[dad]o por sus cdulas que ninguno que sea de generacin de judos pase a Berbera y que las personas que passaren sean obligados a venir cada un ao por la quaresma a recibir los sacram(ent)os so ciertas penas [y] consta qun mal se guarda lo que su M[agesta]d a man[da]do [pues] no van a otra cosa sino a vivir como judos y aprender los ritos y cerimonias para podellos mejor ensear a sus hijos, adems del dao que viene al reyno de la continua assistencia destos en Berbera.

Los conversos, que en un primer tiempo se haban quedado en los puestos fronterizos, fueron progresivamente introducindose tierras adentro, tras las redadas de las inquisiciones portuguesa y castellana en las zonas fronterizas. El nuevo clima propugnado bajo Felipe IV, que necesitaba la colaboracin financiera de los crculos conversos portugueses, adems, incit cierto nmero de conversos a asentarse en Castilla.

Ya entrado el siglo XVII, la poblacin conversa resida mayoritariamente en Sevilla, y una parte notable de ella hua de situaciones apretadas en Portugal. A Beatriz de Oliveira, vecina de Lora, natural de Lisboa donde su marido, arrendador, haba sido preso por la Inquisicin, la testificaron en 1604 de que

el d[ich]o su marido le haba escrito en un lienzo que viniese a Sevilla porq[ue] tambin no fuese presa y el otro testigo q[ue] tratando de las prisiones q[ue] haban hecho en la Inquisicin de Lisboa haba dicho q[ue] si ella estubiera en aquella ciudad, tambin la hubieran preso.

Pasar la frontera seca representaba la va de salida a una situacin de aprietos, una solucin provisional para aplacar las pesquisas inquisitoriales. As Diego Lpez, zapatero de unos sesenta aos, natural de Portal en Portugal, "por aver savido que ava preso la Inq[uisici]n de vora a un hijo suyo, ava andado vagando y vendose a Sevilla". Se confirma Sevilla como primer foco de asentamiento de aquellos portugueses que huan de la violenta represin, subastando a veces, abandonando otras, su hacienda, para escapar de las garras del Santo Oficio. Llegados a Espaa, no se acababa la pesadilla. En particular, en perodo de autos de fe contra conversos de judos, el olor a chamusquina invitaba a volver a liar el hato: as en el ao 1586, en el que se celebr en Sevilla el primer auto de fe de la segunda mitad del siglo XVI donde salieran ms de diez judaizantes, se mandaba una carta a Madrid, advirtiendo al Consejo de que se tena noticias de sospechosas salidas y se ordenaba "detener a los que con casa poblada quisieren passar a Italia y otras partes de Lebante hasta entender dnde yvan y con qu ocasin". En junio de 1598, cuando los autos de fe empezaron a llenarse de conversos se adverta de "que en este Santo Oficio se recibi informacin de que algunos portugueses vecinos de Marchena se iban huyendo con sus casas y familias".

El distrito de Sevilla apareca, pues, como uno de los lugares predilectos en los momentos crticos por los que atravesaban ciertas comunidades conversas desmanteladas por los inquisidores portugueses. Pero no solamente. A estos conversos que esperaban librarse en Castilla de las pesquisas de fe, se sumaban otros atrados por las nuevas medidas dictadas a favor de los comerciantes y por las posibilidades financieras que ofreca la provincia hispalense durante la primera mitad del siglo XVII.

Conclusin

Y despus ? El ambiente de fines del siglo XVI dejaba prever una violencia desatada contra los ncleos de judaizantes. En los ltimos aos del siglo siguiente la represin se mantuvo muy fuerte, mientras que se relajaba en otros tribunales como el de Toledo. La situacin de los portugueses sigui degradndose y como se observa en el resto de Castilla, la Inquisicin recobr un vigor que no dejaba prever la situacin del tribunal en el primer cuarto del siglo XVII. Al atacar frontalemente a los judeoconversos sin contemplacin de personas, la santa institucin gan una nueva popularidad a ojos de la plebe, popularidad algo afectada por las composiciones de los monarcas con los conversos y las cancelaciones de autos de fe como en 1604. Esto le permita al mismo tiempo recomponer el estado de su hacienda.

En resumidas cuentas, arremeti contra una poblacin abigarrada y heterclita en su condicin, cuyo nico rasgo comn destacable fue el origen portugus casi general. Y naturalmente siendo la fe la expresin ms personal del ser, hay abundante material en los legajos que slo invita a matizar las posiciones acerca de un sistema de creencias tpicamente converso. El detalle relevante que se destaca a este respecto es el desgarro entre la vertiente pblica y privada del individuo en medio de una sociedad abiertamente hostil a la fe que guarda el converso. El hogar, por lo tanto, era el mbito fundamental donde realizar el reencuentro del grupo y la exaltacin de la fe encubierta. En este recinto cerrado, lugar apartado en la medida de lo posible, exterior a las miradas indiscretas del vecindario, se recoga un gesto milenario, se revivificaban las tradiciones de los antepasados. El carcter hermtico de esta congregacin multiplicara quizs el fervor religioso. El caso es que, expulsado de la sinagoga secularizada o arrasada, el converso se replegaba en su vivienda. A la diferencia del catlico que celebraba sus ritos en el permetro sagrado de la iglesia, el converso sacralizaba su propia casa. Los ritos tradicionales como limpiar los candiles, cambiar de sbanas el viernes por la noche, lavarse y vestir ropa limpia los sbados, etc., cobraban tal vez un sentido superior, el de una purificacin del sitio donde se celebraba el rito propiciatorio.

En el hogar se celebraban los ritos, o lo que se saba acerca de ellos, y se perpetuaban las tradiciones en familia, pero tambin con los correligionarios, los conjuntos, si la oportunidad lo permita. Esta comunicacin secreta, encubierta, unida al haz de relaciones, de ramificaciones y manifestada por sospechosas idas y venidas fertilizaba las imaginaciones para crear el mito del sbado. El sacrilegio perpetrado en las tinieblas, con la proyeccin de una fuerza forzosamente demonaca, ya que anticristiana, que socavaba el ecumene. En eso quizs, y slo en ello, sea donde se emparentaba la judaica con la otra hereja, la mahometana. sta fue percibida como una doble traicin: traicin a la fe, lo cual era un crimen de Estado por cierto, pero traicin poltica adems, amenazando ms all de la quietud de las conciencias el devenir de la repblica.

Seccin 2: La delicada represin del mahometismo en Andaluca

Al reprimir el mahometismo, la Inquisicin se arremeti con un mundo complejo de creencias, en el que a la cristianizacin superficial se aada un rechazo violento de la cultura espaola, en un contexto de marginacin cada vez mayor de la poblacin morisca en Espaa. Sofrenadas las persecuciones por las autoridades civiles durante mucho tiempo, en el ltimo cuarto del siglo XVI se cuajaron las condiciones para una represin masiva, que afect tanto a los que perpetuaban su fe islmica (mahometismo) como a los que procuraban huir de Espaa, cruzando el estrecho de Gibraltar para ir al Magreb (delito de ir a Berbera). Irse a Berbera representaba un acto de desacato a las autoridades espaoles as como a la religin oficial. Liar el hato poda ser la prolongacin del criptomahometismo, una vez que las condiciones para la perpetuacin de la fe dentro de la pennsula se volvan difciles.

Cuadro 1: Inquisicin de Sevilla (1560-1670): Reparticin detallada del delito de mahometismo

(estatuas incluidas)

 

II.2.1. Los datos de la cuestin morisca

La resistencia a la asimilacin de una parte de este grupo y las dudas que despertaban en cuanto a la sinceridad de su conversin desembocaba, en 1609, en la decisin, muchas veces propugnada y luego abandonada, de expulsarlos de Espaa. El levantamiento de los moriscos granadinos en 1568, le haba dado una repercusin nacional al problema. La rebelin, aunque duradera, no lleg a extenderse, pues el apoyo internacional a los moriscos rebelados fue limitado, empeados como estaban el Imperio otomano y Argel en otras empresas. Los rebelados de Granada no lograron recibir desde las otras potencias islmicas una ayuda militar, que de todos modos hubiera sido sin comn parangn con lo que hubiera representado un sublevamiento masivo de sus correligionarios espaoles. Tras la sangrienta represin, un primer plan de enviar en 1570 a los moriscos en masa a Sevilla y Albacete fue abandonado, a favor de otro que prevea el envo de los 50.000 moriscos granadinos hacia ambas Castillas, Andaluca Occidental y Extremadura. Llegaron finalmente unso 4 300 a Sevilla. Luego quedaba por repartirlos por los pueblos de la jurisdiccin, con el fin de dipersarlos para precaverse contra otro posible levantamiento, y quizs moderar los efectos de un asentamiento masivo en Sevilla. No por ello desaparecieron las sospechas contra este grupo deportado, dividido y marginado.

Diversos planes fueron fomentados para acabar de una forma u otra con la cuestin morisca, desde la asimilacin hasta la eliminacin de este grupo, siendo varias veces propuesto y luego aplazado el proyecto de expulsarlos. Los arbitristas no queran ser menos ante lo que era el problema morisco, que ya apareca insoluble para varios desde la rebelin de las Alpujarras. Rechazado por Felipe II, el proyecto de expulsarlos fue seguido por otros de caracteres diversos, desde la creacin de ghetos hasta la castracin de los moriscos, ambas medidas persiguiendo el mismo fin: propiciar progresivamente la extincin de la minora. Propugnado por un sevillano en 1588, don Alonso de Gutirrez, este proyecto de crear linajes prevea reunir familias de doscientas cabezas, bajo el mando de un patriarca, con un gravamen fiscal abrumador y una libertad de movimiento an ms reducida de la que gozaban los moriscos a fines del siglo XVI. Y dado que Espaa estaba cercada por los enemigos, propona respecto a "los que no se pueden echar de el Reyno por que se yran a Berbera que los que nasciesen fuera de tanto nmero se castrasen [18] ". El informe de Gutirrez revela asimismo la visin de los moriscos compartida por no pocos coetneos suyos. Por una parte, poco difieren de los moros de frica por sus costumbres, hbitos y vestidos, y por muy ricos que sean, rechazan el matrimionio con cristianos viejos. Por otra parte, les pareca a los castellanos que "no hay saca de esta gente, tienen en grandsima multiplicacin lo qual no es en los cristianos", lo que a corto plazo podra convertirse en un peligro para la poblacin catlica.

La numerosa presencia de este grupo despertaba la inquietud y se tema a esta minora no asimilada, o no bastante a ojos de los contemporneos, que en caso de guerra poda convertirse en un foco de resistencia activa. Las historias de colaboracin con el enemigo son sobradas, que ste fuera otomano, ingls o francs. En 1580, se urdi una conspiracin en Sevilla, con ramificaciones en las dems ciudades andaluzas, en la que se prevea un sublevamiento en masa la noche de San Juan. Se descubri a los autores de la conspiracin antes de que pudieran pasar al acto. No dejaron de cometerse represalias contra las comunidades moriscas, en Sevilla particularmente, donde la Inquisicin recibi luego las tesficaciones que le interesaban [19] . Casos y sobre todos rumores de casos semejantes a ste se multiplicaron y atizaron el odio de la plebe que se senta amenazada por la presencia masiva de los moriscos de los rebelados. Pero la responsabilidad de la solucin final no perteneci a la Inquisicin, que de hecho no se declar partidaria de ella.

II.2.2.Extincin del mahometismo: la represin despiadada de los deportados

La llegada masiva de varios millares de moriscos a la provincia de Sevilla en los aos 1570 haba planteado la cuestin de la actitud que tenan que adoptar las autoridades resepcto a ellos. Consciente de la imposibilidad para los santos tribunales de instruir el conjunto de los casos de hereja y del poco inters que semejante procedimiento poda tener una vez los ncleos de moriscos rebelados diseminados por Castilla, el Consejo autoriz que no se persiguiera a los moriscos desplazados por crmenes de hereja pasados.

La poltica conciliadora de la Suprema no se llevara a cabo durante ms de diez aos, pues en los aos 1580 empezaba una de las mayores represiones del islamismo encubierto. Aquel ao en Sevilla, una tentativa de rebelin de moriscos junto con las comunidades residentes en Crdoba y de cija haba despertado el recelo de las autoridades. En 1582, la Junta de Lisboa se pronunciaba a favor de la expulsin [20] y si Felipe II se negaba a acceder a esta peticin prevaleca, a partir de entonces, la represin a ultranza. En Sevilla, la Inquisicin irrumpi en una comunidad maltrecha y desterrada. En aquel momento, de forma muy significativa, las causas entabladas por hechos puramente religiosos superan las cifras del delito de pasar a Berbera. Pocos procesados haban nacido en Sevilla; la mayora, no era de extraar, proceda de Crdoba, de Granada, junto a berberiscos. Solan ser esclavos de guerra, lo cual explica en parte la actitud abiertamente hostil al cristianismo.

Los trminos de la cuestin morisca superaron, pues, los de la perpetuacin de una religin de una generacin a otra, y el enfrentamiento adquiri una dimensin mucho ms extensa, compleja y sutil. La desorganizacin del grupo morisco deportado era patente. Sin duda se haba llevado a cabo una poltica de diseminacin de los ncleos familiares para socavar las solidaridades tradicionales y precaverse contra un posible levantamiento. Adesele a esto, la libertad de movimiento limitada y las diversas medidas segregacionistas de las que fueron objeto los moriscos. El morisco mahometano desarrollaba una actitud de resistencia activa frente al cristianismo y de hecho ante la sociedad espaola en conjunto. El acatamiento a los ritos, ms que una vinculacin a una cosmovisin religiosa, fue la expresin radical de un rechazo de la cultura cristiana, reaccin que a menudo adquiri una expresin violenta.

El conflicto no era slo social y religioso sino tambin cultural. El rechazo no era slo del catolicismo sino de la sociedad cristiana en que se sentan marginados y en la que no se identificaban con los principios que la regan.Paramuchos de ellos, se levantaba un acta de bautismo que no tena valor a sus ojos, una conversin no pedida sino impuesta por la fuerza, sentimiento expresado y tal vez reforzado por ciertos refranes que repetan a saciedad, como en el siguiente caso: un berberisco, que manejaba poco el castellano se aferraba a "que nunca de buen moro buen cristiano y preguntndole algunas perssonas si hera mexor ser cristiano repondi que estaba moro y que de buen moro nunca buen cristiano [21] "Joan Valenciano, morisco de Granada esta vez, que tena una tienda de mercera en Sevilla donde se congregaban los correligionarios desde haca cuatro aos para escucharlo leer el Corn y a cuya casa acudan para informarse acerca de los ritos, "les enseava que estas cosas [los ritos] eran buenas para la salvacin de sus nimas, que los que heran moros y deendan de tales avan de ser moros y los cristianos cristianos [22] ".

La religin representaba un legado de los antepasados que haba de conservarse y valorarse, a pesar de los necesarios compromisos en pblico que ello supona. El lindero entre ambas comunidades, entre ambos universos religiosos y culturales, pareca insuperable; y si la propia hija de Joan Valenciano confes, por estar dudosa de la verdadera ley, que segua los ritos enseados por su padre a la vez que oa misa y "reava las oraciones de la yglessia cathlica y las de la d[ic]ha seta", su caso parece ms bien haber sido aislado [23] , fruto de los desvelos de una muchacha de dieciocho aos. Tales cavilaciones en efecto resistan mal a la presin continua por parte de ambos lados, que invitaba a elegir su bando. El enfrentamiento no slo fue religioso sino tambin social y cultural, en la oposicin constante de nmero de actos de la vida cotidiana y alimentado por una dimensin poltica que la victoria contra el Turco en 1571, no logr despejar. Muy al contrario el antagonismo sigui ahondndose, hasta el funesto decreto de enero de 1610 que mandaba zanjar el problema cortando por lo sano.

II.2.3. Los efectos de la expulsin

Con la expulsin  no acab la cuestin islmica en Espaa. Pero s adquira un cariz menos conflictivo. Sevilla, por la gran concentracin de esclavos y de galeotes que encerraba, dejaba mucho que hacer a los inquisidores; pero ya se volvan marginales los casos de mahometismo puro, confundindose cada vez ms con tentativas de pasarse a Berbera.

expulsin de los moriscos
Expulsin de los moriscos - grabado del siglo Xvii

Un asomo de hereja segua recayendo en los esclavos berberiscos, sobre todo por la presencia de moros en la pennsula. Un Informe de Sevilla para su Majestad sobre los moros que hay en ella o tambin llamado Informe sobre moros esclavos y libres de Sevilla, del primer tercio del siglo XVII, se refera "a la grandsima cantidad" de moros y moras tierras adentro, por habrseles prohibido en teora sea dicho de paso la estancia en los lugares martimos. Solan vivir juntos en corrales de vecindad, vendiendo artculos de primera necesidad y se les acusaba de robar, destruir la vivienda y sustento de los cristianos viejos al ejercer los pequeos oficios de la calle, ser bulliciosos, raptar a nios para pervertirlos con la hereja mahometana [24] , etc. Unas alegaciones que hacan de esta comunidad la oveja negra, hasta tal punto que Villa Martn y Utrera haban reclamado su expulsin y representado los grandes daos de la habitacin de aquellos moros en sus trminos. En Sevilla, voces clamaban a favor de medidas ms drsticas para con ellos, y la reunin de varias comisiones para tratar del tema es seal de la sensibilidad de la cuestin en torno a los aos 1620, y esto cuando la poblacin esclava empadronada en la insigne ciudad en 1642 se liVIIaba a 782 vecinos [25] .

Conclusin

Aunque violenta, la accin contra los criptomahometanos fue poco voluminosa. Si se excluye el caso de los renegados y de los apstatas de las causas de mahometismo, los criptomusulmanes y los candidatos al viaje representaron el 14,9 % de la actividad total del tribunal entre 1560 y 1599 y apenas el 9,6 % durante los cuarenta aos posteriores. La represin no obstante fue violenta: 13 relajaciones en persona en el siglo XVI, segn las relaciones de las que disponemos, junto con 125 reconciliaciones, y aunque entre 1600 y 1638 no se registra ninguna relajacin en las causas de mahometismo, fueron sin embargo 54 los que fueron reconciliados, casi todos por el delito de pasarse a Berbera y cosas de la secta de Mahoma, recibiendo generalmente penas de azotes. Rara vez fueron enviados a galeras pues parte de stos eran esclavos, y el enviarlos a la armada hubiera contravenido a los derechos de sus propietarios.

Diez aos despus de su asentamiento en Sevilla, los moriscos venan a ser el pblico ms asiduo de las salas de audiencias, superando el nmero de berberiscos, y fueron a menudo pasados por la tortura para que confesaran la apostasa o que delataran a sus correligionarios. Los aos 1580, haban marcado el punto lgido de la represin del islamismo, recayendo posteriormente las causas ms bien en las tentativas de pasarse a Berbera. No obstante, hasta la fecha de su expulsin, los moriscos siguieron siendo sospechosos de inteligencia con el enemigo, fuera ste turco, moro, ingls o francs. El miedo a esta quinta columna que imperaba entonces en Espaa incidi en la actividad del tribunal y, de hecho, haba empezado la represin masiva de la minora en el mismo momento en que el tribunal arremeta con sbditos de las potencias enemigas, inglesas y flamencas particularmente.

 

 

Parte III: Un ejemplo de actividad contrarreformista: la represión de las blasfemias

Si la Inquisicin se empe en acosar tanto como pudo la hereja, hay que guardar en la mente que sta admita varios grados de gravedad y que fue el objeto de una interpretacin extensiva a partir del siglo XVI. Mientras que en la poca de su creacin el santo tribunal persegua la subordinacin a otra potencia divina o la pertenencia secreta a otra confesin, la santa institucin diversific su accin en el transcurso del siglo XVI con la incorporacin de la vigilancia de la disciplina de los cristianos viejos. En particular, se interes por las proposiciones que revelaban una ignorancia del dogma o una resistencia al mensaje de la Iglesia postridentina; y el castigo de esas palabras es seal de uno de los cambios ms radicales y originales de la institucin mediante la ampliacin de la nocin de hereja.

Al perseguir esas proposiciones, la Inquisicin no innovaba en nada. Desde la Edad Media, disposiciones reales y municipales condenaban tanto los perjurios entre vecinos como las blasfemias y las palabras escandalosas. Naturalmente, debido a su funcin religiosa, el Santo Oficio se ocup nicamente de las proposiciones constitutivas de ultrajes contra la Iglesia y opuestas al dogma. Haba que precaverse contra la ira divina as como de refrenar la progresin de actitudes de irreligin, al condenar ejemplarmente las irreverencias hechas a la Iglesia. Pero conviene ver tambin tras ello una preocupacin de garantizar el orden pblico ya que, ms que obtener el arrepentimiento del culpable, el inquisidor procuraba ahogar el escndalo.

El catolicismo insiste en la idea de recompensa ms all para el hombre que ha servido Dios y que ha seguido, con este fin, sus preceptos, definidos y dictados por la Iglesia. Los valores defendidos por la Inquisicin espaola convergan sensiblemente en esta salvacin reservada nicamente al catlico, merecedor por sus actos o su arrepentimiento a la hora de morir, y en el castigo reservado al que mora en el pecado. En contra de lo que afirmaba la viuda Catalina de Castro, de 68 aos de edad, residente en Olivares, a propsito de un condenado a muerte: "Dios no perdona los pecados ndanse as, piensan que Dios perdona los pecados, pues Dios no perdona los pecados [26] ". El arrepentimiento en el pie del tablado lavaba al culpable de su crimen, pero la salvacin a pesar de algunos yerros respecto a las prescripciones, supona una condicin primordial: la fidelidad entera y absoluta a Cristo y a su Iglesia. Por lo tanto los fieles "deben creer a) en los artculos de fe, b) en todo lo que contienen los libros cannicos, y c) en todo lo que la Iglesia ha decretado como materia de fe", segn la fra definicin dada por Francisco Pea en su manual para uso de los inquisidores [27] . De all procede naturalmente que aqul que no respeta esas obligaciones incurra en la hereja y pueda perder el beneficio del paraso. La negacin o la alteracin de los preceptos implicaba la corrupcin de los artculos fundamentales de la religin cristiana, sea mediante actos, sea con palabras; y la progresin de esas actitudes fue lo que la Inquisicin se fijo por meta erradicar al finalizar el Concilio de Trento.

III.1: La persecucin de las blasfemias

Por definicin la blasfemia es cualquier expresin injuriosa contra Dios o las cosas sagradas, "es hablar falsamente de Dios, a manera de contumelia y es cuando uno atribuye a Dios lo que no tiene o niega lo que tiene o se dice alguna injusticia contra l [28] ". Puede ser simplemente irreverenciosa cuando manifiesta un momento de ira o de desesperacin mediante cierto nmero de frmulas estereotipadas que varan de una provincia a otra, pero tambin puede encubrir proposiciones herticas, es decir conceptos que entran en contradiccin con un elemento del dogma [29] . Porque si en teora toda declaracin blasfema era acto sacrlego, se sola considerar que cierto nmero de frmulas que se haban vuelto rituales, ya no estaban abiertamente en contradiccin con los artculos de la fe. Eran radicalmente diferentes de las innovaciones introducidas o de las apstrofes ms elaboradas, consiederadas como herticas. La blasfemia poda indicar una cristianizacin superficial, una simpata por la hereja e incluso una adhesin secreta a actitudes de irreligin. Ahora bien este tipo de afirmaciones fue obviamente muy difundido y los contemporneos tenan la impresin de que este pecado progresaba indefinidamente.

Ya en 1386 una ley de Juan I castigaba las blasfemias proferidas contra Dios. El vicio era muy extendido puesto que las leyes se sucedieron, repitindose y completndose en 1462, en 1476, en 1492 y 1502, en 1525 y 1528 y bajo Felipe II en 1566. Con estas leyes los castigos se volvieron cada vez ms rigurosos, preveyendo la ltima ley penas de destierro y galeras a los que las proferan. Pero ya en 1534, a pesar de las vivas protestas de las Cortes, se haba extendido la jurisdiccin inquisitorial a los casos de blasfemias graves.

1. Las blasfemias, simple costumbre

Porque todo era cuestin de gradacin y de intensidad. La blasfemia admita varios niveles de gravedad, castigados por los inquisidores segn una curva ascendente en la violencia de las penas, en funcin de la naturaleza hertica o simplemente irreverenciosa de la proposicin, de la condicin del reo o de su estado cuando los vomitaba, segn el trmino en boga en el Manual de inquisidores. ste aclara por su lado de modo parcial la cuestin: "los que no se oponen a los artculos de fe, pero que movidos por la ingratitud maldicen al Seor, la Virgen Mara u omiten de darles gracia", stos, segn Francisco Pea, la Inquisicin no se ocupa de ellos, por lo menos a mediadios del siglo XVI. En cambio, si se recoge el conjunto de blasfemias juzgadas entre 1560 y 1619 por el tribunal, se comprueba que el 51 % de ellas son simples blasfemias, dicho de otro modo corrientes, tales como reniego, no creo, descreo de Dios, de la cabeza de Dios, de su corona, de la fe, de los santos, de la madre, de la leche, etc. cuando eran repetidas menos de cinco veces.

Cuadro 2: Inquisicin de Sevilla 1560-1619: Clasificacin de las blasfemias juzgadas en Sevilla

Tenan un carcter estereotipado, mecnico y, de hecho, los inquisidores las castigaron como proposiciones malsonantes, de ninguna forma asimilables con palabras herticas: la mayora de las simples blasfemias fueron castigadas en el siglo XVI con una salida al auto de fe con los vestidos de penitentes, pero sin abjuracin de levi. La asimilacin de esos blasfemos con herejes fue excepcional, puesto que slo se destacan en los ltimos cuarenta aos del siglo XVI dos abjuraciones de levi de las trece causas de simples blasfemias. Sin embargo, el hecho de que estas proposiciones no fueran asimiladas a afirmaciones herticas no dispensaba de castigar a los reos, de modo a veces muy violento.

Como lo indica Enrique de Villalobos en su Manual de confesores, para cada perjurio y blasfemia hay que tomar en cuenta la intencin del que jura y de las costumbres locales a este respecto [30] . Por lo tanto, en cuanto la blasfemia inclua cierto grado de generalidad (renegar de Dios o de los santos) o que no estaba repetida de forma exagerada, la abjuracin de levi era excepcional con tal de que no se tratara de un extranjero o de un miembro de las minoras tnicas. Era radicalmente diferente con las innovaciones y originalidades introducidas por el blasfemo.

2. La blasfemia heretical

Las blasfemias graves eran aqullas que presentaban un fuerte indicio de hereja o que eran calificadas como tales. No porque su objeto fuera sensiblemente distinto de las anteriores: segua tratndose de rechazar verbalmente el acatamiento a la divinidad e injuriarla intencionalmente. Pero las palabras incurran en la hereja al adquirir una tonalidad y una violencia inhabituales. Tanto encomendarse al demonio como renegar de Dios a saciedad, proferir diatribas dirigidas a unos santos en particular o vilipendiar al Creador dotndolo de atributos viles eran proposiciones en las cuales concurran las mayores sospechas de hereja y los castigos ms violentos. La temtica es ya en s muy aleccionadora, puesto que si nos limitamos a las blasfemias graves proferidas entre 1560 y 1619, los principales contenidos son:

Cuadro 3: Inquisicin de Sevilla 1560-1619: Blasfemias hereticales: temtica principal

Como lo muestra el cuadro , la blasfemia funciona por inversin de la escala de valores como se ve por la temtica que abarca, al destronar a Dios de la cumbre de la pirmide en beneficio del demonio. Pero al mismo tiempo procede por degradacin de la autoridad divina disfrazndola con atributos viles o burlescos, generalmente sexuales o afines. La chanza produce un distanciamiento crtico mediante el efecto de la risa, cuando no manifiesta un rechazo violento de un mensaje de la Iglesia mal aceptado, con la vulgaridad y el escndalo.

El acatamiento al diablo que acompaa el rechazo de la autoridad divina, de la misma forma que el hecho de jurar por un miembro sexual de un actor divino, formaba parte de las palabras ms escandalosas, perseguidas en prioridad. El grado de gravedad de la blasfemia se revela en la sentencia espiritual, pero sobre todo en las penas corporales votadas. Esas proposiciones de cristianos viejos eran, la mayora de las veces, sobre todo en el siglo XVI, castigadas violentamente.

Los reniegos [renier Dieu ou un saint] eran, en efecto, una categora de blasfemias, como hemos visto, perseguida con benevolencia. Sin embargo, que uno renegara tres veces seguidas era tolerado; que se repitiera diez, catorce, treinta veces seguidas, y se incurra en la hereja, porque repetidas a saciedad, las blasfemias ya no eran consideradas como un simple exultorio [31] . De la misma forma, renegar de Dios se toleraba todava, renegar de los santos en general tambin; seguir ya con la Virgen supona dar un grave paso suplementario. Pero llegar hasta el punto de renegar de Dios, de los santos, de la Virgen y de todos los ngeles del cielo, era pasarse de la raya.

Naturalmente, proferir "balga el diablo el alma de Dios y el alma de quien le ava criado, y que quantas mugeres ay son putas de Dios, y reniego de Dios y que balga el diablo el alma que lo bapti y por vida de Dios, y malaya de Dios [32] ", repetidos en varias ocasiones, conjugaba los elementos constitutivos de las penas mximas. El reo se libr de ellas al ser declarado loco por sus jueces que lo trasladaron a la casa de los inocentes de Cdiz. Porque el mismo ao, por hacer a Dios responsable de los males que lo acribillaban, un zapatero negro que haba visto a su esposa herida, por haber gritado "por vida de la muerte de Cristo, si supiese que era Dios el que te haba herido, a la cruz subiera all con este cuchillo a bajarlo a pueladas [33] ", abjur en el auto, recibi doscientos azotes y estuvo desterrado durante cuatro aos de todo el distrito. Aquello poda asimilarse con un acto sacrlego con premeditacin, actos que, no obstante, rara vez pasaron ante el tribunal.

III.2 Significado de la blasfemia

Por lo tanto las blasfemias hereticales expresaban un vivo rechazo de Dios y una sumisin a los poderes del demonio, tras una decepcin o una prueba difcil.  Se trataba de una expresin elocuente o de una intencin profunda de rechazar las vas del cristianismo ? La pregunta presentaba escaso inters a ojos de los inquisidores, puesto que convena condenar ante todo el escndalo que despertaban estas proposiciones y el mal ejemplo que podan suscitar. La denuncia de la blasfemia sola desencadenar una sucesin de fases generalmente similares desde la comparecencia ante el juez, hasta la confesin inmediata del error y el subsiguiente arrepentimiento. Y nicamente en los casos de locura o de hereja evidente moriscos o protestantes se observa en el acusado una obstinacin a negar los cargos o a justificar su actitud. Sera pues difcil hablar de atesmo o de incredulidad por parte de aqullos que los proferan. Como mximo podra hablarse de prcticas religiosas relajadas y sobre todo de costumbres profundamente arraigadas cuando sobrevenan acontecimientos difciles.

Se tratara en efecto ms bien de una inversin del sistema de valores propia del espritu popular que se reafirma con ocasin de un momento de peligro o decepcionante, en el que el hombre manifiesta un rechazo del mundo y, en particular, de lo que va afectado de mayor pureza en la escala de valores. Porque si el Creador est destronado en beneficio del diablo en las blasfemias, es tambin, como los otros personajes sagrados, vilipendiado. Como lo apuntaba Michel Bakhtine, "el rebajamiento es el principio artstico esencial del realismo grotesco: todas las cosas sagradas y elevadas estn reinterpretadas en el plano material y corporal el cielo desciende sobre la tierra [34] ". Y probablemente sea esta propensin a desacralizar lo que hay que ver tras las referencias constantes a los miembros de Dios y de los santos patronos, como en las ancdotas acerca de la vida sexual de los actores divinos, siempre violentamente castigadas. Nos alejamos con ellas de la blasfemia ritual dado que las proposiciones vulneraban la aurola de pureza y de castidad con la que la Iglesia envolva a los santos y divinos personajes.

El cristianismo desde la Antigedad clsica condenaba la risa: el cristiano haba de observar una circunspeccin constante, el arrepentimiento y el dolor en expiacin de sus pecados. Cuando el humor se empeaba en pintar a los actores divinos bajo un aspecto nada glorioso, el Santo Oficio intervena automticamente y la calificacin de blasfemia heretical brotaba constantemente entre los calificadores sin que, necesariamente, la abjuracin fuera exigida. Significa que se toleraban esas burlas, considerndolas ms como un rasgo del espritu crtico y popular que como un ultraje perpetrado contra la divinidad. Los castigos sin embargo eran rigurosos, en particular si el jocoso perteneca a una de las minoras tnicas. As Fancisco Orejn, esclavo de condicin, que resida en Palos d ela Frontera, por mucho que se presentara ante el comisario para arrepentirse

de que estando trabajando en el campo con otros hombres ava d[ic]ho que Jesucristo y Pilatos iban por una calle y que Jesucristo se entr en la manceba donde estaban las mugeres del mundo y Pilatos se qued a la puerta y de ay a un rato le llam y que Cristo le ava respondido q[ue] aguardase, q[ue] estaba multiplicando el mundo.

Dos testigos confirmaron la chanza y el esclavo sali en el auto de fe de 1577 con cirio, soga en el cuello y coraza en la boca, y deba ser devuelto a su amo en los das posteriores tras recibir trescientos azotes, pena de una excepcional violencia, tratndose de un espontneo [35] . No abjur tampoco este reo: no se trataba pues de proposiciones integrables en una hereja, an cuando eran proferidas por esclavos, generalmente sospechosos de no ser cristianos perfectos. No obstante el castigo haba de venir a imponer el acatamiento debido a los actores divinos y restaurar el terror sagrado, que la burla deshaca. En el siglo XVI, cuando la Iglesia se volvi muchsimo ms exigente e intransigente frente a esas actitudes jocosas, una separacin parece haberse instalado en la poblacin entre estas puntitas de gracia y la seriedad exigida por los testigos, y eso a diferentes niveles.

Muchsimo ms peligrosas resultaban ser las proposiciones errneas y malsonantes, blasfemas adems, que manifestaban una resistencia contra el dogma que la Iglesia procuraba imponer. La violencia verbal de la blasfemia se conjugaba en esos casos con el rechazo de los misterios o de ciertos artculos de la fe que el sentido comn rechazaba. Y resultaba ser naturalmente la vida sexual de los santos el blanco de la mayora de las suspiciones, en particular entre los moriscos, que emitan numerosas dudas en cuanto a la virginidad de la madre de Cristo. Un caso entre muchos:

estando en compaa de ciertos hombres del campo que trataban de cmo no se guardaba la fiesta de Sancta Ana, siendo madre de Nuestra Seora Mara, haba dicho anda quitaos de ah que cuando Nra Sra descendi del cielo a la tierra se vino a hartar de joder, y dicindole las personas que lo oyeron que mirase a lo que deca, torn a decir anda quita de all y no creis a mujer hembra que si no hall aca con quin hacerselo, volvi al cielo a buscar a Dios para hacrselo con l, y aunque se le reprehendi, se tuvo en su error y lo porfi [36] .

Desde luego, por ser morisco Alonso Martn, le vali el dicho un procedimiento largo, con encarcelamiento y tortura. Pero los cristianos viejos manifestaban el mismo estremecimiento ante los misterios y, obviamente, el hecho de que esos personajes fueran elevados al rango de parangn de virtud, haca que fueran rechazados an ms. As le pas en 1583 a Isabel del guila, muchacha sevillana de unos diecisiete aos que estaba en deleitosa compaa masculina, la cual no vacil en denunciarla "de haber dicho y afirmado que Nuestro Seor tuvo miembro humano y haba hecho tal cosa a Nuestra Seora, dicindolo con palabras torpes y deshonestas ". Y por mucho que defendiera haber dicho nicamente "pues Nuestro Seor no tena tal cosa para prear a Nuestra Seora" sali al auto de fe, abjur de levi y recibi doscientos azotes, pena en este caso tambin excepcional tratndose de una cristiana vieja, menor por otra parte. Muy probablemente se tratara de una prostituta, pues aadi el Consejo de la Suprema cuatro aos de destierro de Sevilla a la sentencia inicial [37] .

La blasfemia se caracteriza pues por su contenido vehemente y truculento a veces, que ms que un rechazo de la divinidad, denota la existencia de una relacin estrecha e ntima con los personajes sagrados. Se rechazaba a Dios o al santo que haba quebrado el contrato tcito de proteccin contra acontecimientos desfavorables, ponindose bajo la proteccin de la figura enemiga y rival, el demonio: "confes slo averse ofrescido al diablo y dicho que ya Dios no le poda hazer merced con cierta persona [38] ", en justificacin de una invocacin al diablo soltada durante un juego de naipes. Queda claro que esas proposiciones eran una manifestacin hiperblica y afectivamente marcada, ms que una repudiacin intencional y real de la intercesin divina. Lo confirma el repentino arrepentimiento del blasfemo, a veces ya cuando los congregados le hacan mirar la violencia de sus palabras, otras veces cuando se encontraba ante los inquisidores y que lloraba a lgrima viva al enterarse de la gravedad de sus apstrofes. Por fin, la blasfemia puede entenderse como un distanciamiento, furioso o humorstico, respecto al discurso de la Iglesia considerado como irrealista e impropio a ser erigido en norma de comportamiento humano. Estamos lejos, pues, de una actitud de atesmo o de incredulidad que ciertos han querido ver tras esas proposiciones

Conclusin general

La segunda mitad del siglo XV haba conocido un aumento espectacular de la literatura teolgica y jurdica encaminada a definir las fronteras religiosas e identificar la hereja [39] . Con estas obras se creaba un instrumento para combatir la hereja mediante la palanca del Santo Oficio, el cual reciba al mismo tiempo la consecracin doctrinal y el reconocimiento de su papel en la sociedad. Los catlogos de herejes fijaron asimismo el derecho y el procedimiento, proporcionando los datos conceptuales y prcticos para el desarrollo de la funcin inquisitorial, familiarizando a los inquisidores y a sus asistentes con los grandes conceptos necesarios a su misin. Slo basta con leer los expedientes de los calificadores y consultores para convencerse del xito de esas obras, que no slo establecan una tipologa delictiva sino que al mismo tiempo justificaban indirectamente la accin del Santo Oficio.

Esta suma de escritos seala una preocupacin que fue surgiendo en el horizonte de la cultura espaola a finales de la Edad Media. Nunca la hereja se haba revelado tan imprescindible para la Curia romana, para representar la ciudad celeste acechada por todos lados y estrechar las filas [reserrer les rangs] detrs de las fronteras del mundo cristiano verdadero. La hereja pas a ser el elemento primordial para definir la naturaleza de la Iglesia, pues sealaba el lmite externo tras el cual se estaba fuera de la sociedad cristiana. Era asimismo calificada de infame por ir en contra de lo que enseaba Jesucristo y por ser, a consecuencia, un factor de divisin de la sociedad cristiana. La hereja era una violacin del bien comn, puesto que atacaba gravemente la doctrina cristiana en la cual descansaba la sociedad.

El Medioevo haba institucionalizado la segregacin, al marcar las fronteras con los infieles, primero. Luego, se erigicon los herejes una nueva frontera, interna esta vez, alimentando el temor a esta quinta columna. Y la Inquisicin moderna fue la que desempe la funcin de mantener vivo este miedo, orientado hacia varios focos a medida que se daba una definicin extensiva de la nocin de hereja. Cuando se trataba de perseguir la apostasa los rasgos eran, en fin de cuentas, fciles de discernir: los cristianos nuevos de judos de sospechosa conversin, los moriscos y los berberiscos, o sea un sistema de creencias paralelas e incompatibles con el cristianismo. Pero ya antes de que se interesaran los inquisidores por el movimiento protestante y evangelista, la obsesin antihertica se haba despertado e incluso para los seguidores de Lutero la definicin era vlida: una opinin libremente escogida y asumida, divergente con un dogma y defendida con conviccin y tenacidad.

Pero las listas de herejes llegaron a extenderse, constando de nmero de opiniones que no relevaban de esa definicin, puesto que les faltaba la dimensin del carcter voluntario del error y la pertinacia. Fue el caso de la mayora de los blasfemos y de los fornicarios y otros reos procesados por palabras malsonantes. As, si la apostasa contena contornos fciles de identificar, la hereja vino a ser un concepto brumoso, fluido y extensible a sazn para acabar aplicndose a todos aqullos que no seguan fiel y rigurosamente los preceptos de la Iglesia.

En resumidas cuentas, a medida que se vena definiendo la doctrina oficial de la Iglesia, todo aquello que supona una oposicin a los preceptos era tachado de hertico: "al fin y al cabo, siempre es un fenmeno referencial, se define en oposicin a [40] ", como lo pondera Virgilio Pinto Crespo. La etiqueta hereje vino a sealar una actitud desviacionista respecto a aqulla esperada por la institucin eclesistica. Poco importaba que no se defendieran con tenacidad las proposiciones o que sas fueran el fruto de la ignorancia: el reo haba incurrido en la hereja. Haca falta, no obstante, que fuera presentada y designada en una evidencia irrefutable para que la comunidad se definiera respecto y en oposicin a este comportamiento marginal, definido y descrito en sus manifestaciones en las obras eruditas sobre el tema de la hereja.

La Inquisicin fue cumpliendo el papel de transmitir el contenido de los tratados de hereja al pueblo y de reformular su contenido de modo claro y sencillo. Entre otras cosas, el auto de fe vena a cumplir esa funcin mostrando al pueblo congregado los que se haban apartado de la Ecclesia. Este discurso y esta orquestacin determinaban una separacin entre el Mismo y el Otro: la proximidad, la identificacin de la hereja con el crimen y el mal, rigurosamente objectivados y dibujados en el espacio de un cuerpo expuesto al pblico. Y el Santo Oficio, al hacerse actor exclusivo de una manifestacin que exclua y reintegraba a los culpables, no slo realizaba una obra pedaggica notable sino que realzaba su prestigio y su autoridad.

Mediante la solemnidad del auto de fe, la Inquisicin sealaba de manera clara, las amenazas contra la cristiandad y las actitudes reprobadas de las cuales los catlicos haban de guardarse. Recurriendo a la dimensin pedaggica del castigo pblico, modalidad prctica propia del Antiguo Rgimen, los inquisidores sobresalieron en la organizacin de estas ceremonias. Si se extirpaba la hereja en pblico, era para acrecentar el efecto de las prdicas por la pedagoga de la ley y del castigo, al destilar a las conciencias el tenor del nuevo clima moral y sealar las actitudes proscritas. Para que el mensaje fuera unvoco se haban de organizar rumbos represivos de tal forma que la masa de delincuentes sacados al auto por un delito especfico escarmentara al vulgo. De all que las grandes campaas fueran breves. De all tambin que se esperara que madurara el "bacilo" de la hereja para emprender una accin masiva: la cronologa de la represin del luteranismo espaol y de los alumbrados lo confirma. Haba que ensear mediante el auto de fe de dnde proceda el peligro: de los propios catlicos a partir de mediados del siglo XVI, de los moriscos en tiempos de tensiones polticas y sociales, etc.

A quin afect ? A pesar del amplio abanico de delitos, de poblaciones que pertenecan a diversas minoras socioculturales y a pesar de la variedad de nacionalidades afectadas, los condenados presentaron un perfil comn: su baja extraccin socioprofesional. Se puede estimar que el 85 % de las personas pasadas ante el tribunal eran personas de baja condicin, en la base de la pirmide social. Slo en los aos de esplendor de la accin represiva, es decir los aos 1560-1563 (furia antiprotestante) y un siglo ms tarde en los aos 1660-1690 (campaa contra molinosistas y judeoconversos) se atrevi el Santo Oficio a zarandear unas personas muy influyentes en la vida social y econmica, no slo de la provincia sino del imperio.

En otros trminos, la Inquisicin fue en los siglos XVI-XVII un tribunal para el pueblo, para controlar esa masa de poblacin concentrada en una ciudad tentacular, que contaba con ms de 120 000 nimas en el momento de su auge mximo. Una ciudad grande, demasiado opulenta y portentosa para su tiempo, que espantaba a los contemporneos. Sevilla, la Nueva Roma, la Gran Babilonia sobre todo, la capital donde florecan los vicios y los pcaros. Sevilla la ciudad de fe sospechosa. All donde se juzg prioritario implantar el tribunal; donde se codeaban poblaciones de todo el Mediterrneo y de Europa septentrional, donde se juntaban extranjeros y migrantes espaoles atrados por el auge excepcional de esta ciudad. Una poblacin cosmopolita con todo el peligro que eso poda representar en una Espaa que se cerraba sobre s misma a partir de Felipe II. Nada ms natural, por tanto, que ms del 50 % de los reos procediera de esa ciudad, tanto por hereja formal como por pecadillos. En conformidad con las preocupaciones de la Espaa del Siglo de Oro, era esa ciudad donde deba de reinar la corrupcin humana que inquietaba y nada raro a que resultara ser el sitio donde se expresaba con todo su esplendor la ceremonia de expiacin. Ochenta aos despus de su creacin, el Santo Oficio segua siendo un tribunal para la ciudad, puesto que el 75 % de los condenados procedan de centros urbanos. Pero pocas veces afect las clases cultas y elevadas de la sociedad: fuera de la persecucin del siglo XVI contra los protestantes espaoles y la del siglo XVII contra los judeoconversos y los molinosistas, la santa corte arremeti casi exclusivamente con el pueblo llano. Aquel que haba sido el objeto de la encarecida solicitud de los humanistas cristianos del siglo anterior.

 



[5] Sobre estas cuestiones ver Bernardo Lpez Belinchn, Estudio de la minora judeoconversa en Castilla en el siglo XVII. El caso de Fernando Montesinos, tesis de doctorado, Alcal, 1995.

[6] Julio Caro Baroja, Los judos en la Espaa moderna y contempornea, 3 vol., Madrid: Istmo, 1978, 2a ed., vol. 2, p. 64.

[7] Antonio Domnguez Ortiz, Poltica y hacienda de Felipe IV, Madrid: Pegaso, 1983 [1960], p. 47.

[8] A.H.N. Inq. Lib. 1234, f 59 r-v, carta acordada del 8/10/1605.

[9] A.H.N. Inq. leg. 2963 exp. s/n, f s/n, carta T/C del 9/6/1626.

[10] Antonio Domnguez Ortiz, "El primer esbozo de tolerancia religiosa en la Espaa de los Austrias" en Instituciones y sociedad en la Espaa de los Austrias, Barcelona: Ariel, 1985, p. 184-191, p. 188-189.

[11] A.H.N. Inq. leg. 2954 exp. s/n, c T/C 24/11/1604.

[12] Ibid p. 635

[13] B.N. de Francia: Mss Esp 354, f 211v: minuta sin fecha ni ttulo: parece tratarse de una copia posterior al final del siglo XV.

[14] Otro documento procedente de la B.N. de Francia habla de seiscientos reconciliados: mss Esp 354, f218: "Relacin de las causas que ubo para que se instituyese el oficio de la Santa Inquisicin"

[15] Henry Kamen, Una sociedad conflictiva: Espaa, p.80.

[16] Jean-Pierre Dedieu, L'administration de la foi, p. 348-349.

[17] Bartolom Bennassar (dir.), Histoire des Espagnols, Pars: Laffont,  p. 474.

[18] Informe de D. Alonso Gutirrez acerca de la cuestin morisca, en P. Boronat y Barrachina, Los moriscos espaoles y su expulsin, Valencia, 1901, 2 vol., vol. 1, apndice 28, p. 637.

[19] En 1580, la Inquisicin tena eco de "cierta sopecha de rebellin de los moriscos que residen en esta cibdad y su tierra en que va la justicia della haziendo averiguaciones, a de resultar que se an de remitir a este S[an]to Off[ici]o muchos que parecen culpados de aver hecho y dicho y escripto cosas contra n[uest]ra s[an]ta fee": A.H.N. Inq. leg. 2947, c T/C en Md 18/7/1580

[20] A. Domnguez Ortiz - B. Vincent, op. cit., p. 17 y 165.

[21] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 33, f 4 r/v (1630).

[22] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 20, f14v (1610). Relevante respecto a la transmisin de la cultura islmica es el hecho de que Joan Valenciano, que pasaba por muy docto en materia de fe, haya sido convertido al mahometismo, segn su testimonio, en las galeras por un moro de la galera, seis aos antes de que fuera preso por el Santo Oficio.

[23] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 19 b, f s/n, caso n 20 (1609)

[24] Informe de Sevilla para su Majestad sobre los moros que hay en ella, 6 f, s/f posterior a 1623, B.N. Espaola mss 18735 n 53. Publicado por Antonio Domnguez Ortiz en La esclavitud en Castilla durante la Edad moderna, Estudios de Historia Social, II (1952), p. 369-428.

[25] S. de Luxn Melndez - M. Ronquillo Rubio,  "Aportacin ...", p. 466.

[26] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 37, f 11v-12r, ao 1638.

[27] Nicolau Eymerich y Francisco Pea, El manual de los inquisidores, p. 63.

[28] P. F. Enrique de Villalobos, op.cit., cap. XXII, 35, p. 385.

[29] Por comodidad, llamaremos a sta blasfemia grave o heretical para diferenciarla de la simple blasfemia.

[30] P. F. Enrique de Villalobos, op.cit., cap XXII, 63, p. 386.

[31] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 5, f s/n, caso n 67 (1574) y leg.2075 exp. 11, f3v-4r (1600).

[32] A.H.N. Inq. leg. 2968 exp. s/n, f 6r-7r (1632).

[33] A.H.N. Inq. leg. 2968 exp. s/n, f18r-19r (1632).

[34] Michel Bakhtine, L'uvre de Franois, cap. VI, p. 368.

[35] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 5, f 32r-33r (1577).

[36] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 9, f 3 r-v (1592).

[37] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 7a, f 36v (1583).

[38] A.H.N. Inq. leg. 2075 exp. 5, f 14v (1574)

[39] Vase Virgilio Pinto Crespo, "La justificacin doctrinal del Santo Oficio" en Historia de la Inquisicin, vol. 1, p. 880-886.

[40] Virgilio Pinto Crespo, Inquisicin y control ideolgico en la Espaa del siglo XVI, Madrid: Taurus, 1983, p. 241

 
 
 

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