En su definición clásica, la inferencia es una operación
lógica que se refiere a proporciones admitidas como verdaderas (las
premisas) y que concluye en la verdad de una nueva proposición en virtud
de su vinculación con las primeras. Por esto la inferencia se reduce a
menudo a la deducción necesaria en la que la
verdad de las premisas asegura totalmente la verdad de la conclusión.
Sin embargo el pensamiento no opera sobre proposiciones sino sobre
signos. Estamos entonces obligados, para dar cuenta de la semiosis, a
extender la noción de la inferencia a operaciones referentes a símbolos
dicentes (cuasi-proposiciones) y a reemplazar la noción de verdad de una
proposición por la de realidad de una representación para un intérprete
particular. Esta concepción de la inferencia abre el campo a la
descripción de las operaciones realmente efectuadas en la vida cotidiana
y libera las restricciones impuestas por el punto de vista que se limita
únicamente a la producción de verdades universales, es decir a los
argumentos válidos. Así es que el acto de plantear una hipótesis que
consiste en tener como verdadera, al menos provisoriamente, a una
proposición que no mantiene ninguna vinculación lógica necesaria con las
premisas, se impondrá en esta perspectiva. La podemos observar en toda
actividad de investigación en la que constituye la parte de invención
posible. Esto nos llevará a distinguir tres tipos de inferencia : la deducción, la inducción y la abducción.
Indice de la zona roja. Recorrido aconsejado.