¿CUAL ES EL ESTATUTO SEMIOTICO DE LA PALABRA?

Las palabras son signos lingüísticos. Todas dan cuenta de una convención social, son signos convencionales, signos de ley o legisignos. No podría insistirse lo suficiente acerca del valor representativo de la palabra: ya que está en el lugar del objeto que designa, hay que tener un conocimiento, una experiencia del objeto para comprender su sentido (una "experiencia colateral del objeto").

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PARA SABER MAS...

 

Las palabras son los substitutos de las cosas y R. Jakobson, entre otro lingüístas, subraya las dificultades planteadas por el signo lingüístico ya que raramente tenemos la posibilidad de tener una relación directa entre la palabra y la cosa. "En todos los casos substituímos signos con signos" .

Las palabras constituyen legisignos: "un legisigno es una ley que es un signo. Esta ley comunmente la establecen los hombres. Todo signo convencional es un legisigno (pero no a la inversa)..." (Peirce). En sí, una palabra es un sinsigno, pero, en los textos, tenemos presencias, es decir, sinsignos que son réplicas de legisignos. "Como empleamos el término "palabra" en la mayor parte de los casos, cuando decimos "el", "el" es una palabra "una" es otra "palabra", una "palabra" es un legisigno. Pero cuando decimos de una página de un libro que tiene doscientos cincuenta palabras, la "palabra" es un sinsigno texto en todas sus significaciones".

Se trata de la diferencia entre la palabra que es una entrada de diccionario y sus diferentes empleos recopilados. En tanto que tipo general, legisigno, la palabra resulta una convención social en una cultura dada. Su sentido evoluciona, lo que significa que el consenso social alrededor del sentido de cada palabra está cuestionado en cada una de sus utilizaciones. La significación adquirida por la palabra en un nuevo contexto puede introducir un alejamiento de las reglas y de los hábitos. Los escritores y los poetas han disfrutado con esa práctica, ya sea porque buscan efectos de sentido nuevos o al contrario porque emprenden, como Francis Ponge, un trabajo de resemantización para reencontrar sentidos originales. En uno u otro caso, el objetivo es el mismo, vale decir: trastocar, romper hábitos lingüísticos. Sin ninguna duda esta empresa es posible porque se trata de un signo convencional y se lo puede alejar del sentido en uso para hacerlo designar un nuevo objeto porque es un "representante". Así resulta necesario comprender y apreciar lo que nos dicen los escritores como Sartre, Colette, Marcel Pagnol cuando relatan su placer de niños a los que les gusta jugar con las palabras, saboreando todas las posibilidades de hacerles "hablar" a nivel de su imaginación.

Hay una excepción a lo que acabamos de decir: el nombre propio  ya que las constataciones anteriores presuponen que las palabras son signos "inmotivados", es decir que no existen relaciones reales entre la palabra-signo y su objeto: es lo que Saussure llama "lo arbitrario del signo", que, sin embargo, puede cuestionarse en ciertos casos (el de las onomatopeyas y de los verbos creados a partir de allí).

 

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